Un pellizco de «historia viva»

Se escriben estas líneas justo un mes después del día que el santoral reserva para San Roque, o lo que es lo mismo, el patrón de La Bañeza junto a la Asunción. La excusa perfecta que los bañezanos de mitad de siglo XX encontraron para montar una carrera de motos por las calles de su ciudad. La fecha de permisividad festiva en aquellos tiempos, que eran tiempos de escasas permisividades.

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Durante un buen puñado de años el 16 de agosto, San Roque, en La Bañeza era el día de «las corridas de amotos» (como muchos comarcanos las conocían), el día del sonido celestial de las motocicletas.

Fue un 15 de agosto – día de la Asunción – de 1952, cuando, por primera vez, estruendosas cabalgaduras motorizadas y sus pilotos lucharon por la victoria en el circuito bañezano. Impregnaron el aire de La Bañeza de aroma de aceite de ricino, pues de ricino era el aceite que quemaban. Sus efluvios debieron de llegar también a toda la comarca y provocar una especie de hipnosis colectiva en ella, porque a partir de entonces, cada año, una ingente cantidad de comarcanos acudía para dejarse aromatizar por la fragancia motociclista. Y para dejarse arrullar por el ensordecedor sonido que emitían los «tubarros» de aquellas «endiabladas» monturas de dos ruedas. Prueba de ello, 365 días después las aceras del mismo circuito, improvisado en algunas de las pocas calles asfaltadas del lugar, se llenaron de público para volver a presenciar una escena similar, una carrera de motocicletas.

Los tiempos han cambiado, pero la esencia es la misma...

Los tiempos de la telemetría en las carreras de motos aún quedaban muy lejos cuando se conformaba la parrilla de salida bañezana del 15 de agosto de 1953, aunque, en buena medida,  la esencia es la misma… Bueno, hay alguna salvedad: la boina leonesa no está homologada, hoy en día, para competir. Es imprescindible el uso de casco…

Fundado oficialmente el Moto Club Bañezano en 1954, aquellas carreras de motocicletas comenzaron a ganarse, edición tras edición, un cariño y un respeto especial por parte de los pilotos. En las primeras ediciones, eran pilotos de la localidades cercanas los que conducían hasta La Bañeza con sus Montesas fabricadas en Barcelona, sus Lubes, ingeniadas en Baracaldo, sus MVs moldeadas en Gijón… Al llegar a La Bañeza les quitaban la matrícula y ¡a correr! Los distribuidores de las fábricas de motos en la provincia sabían que La Bañeza era un escaparate fundamental para el incremento de sus ventas. El Circuito Motorista Bañezano era el marketing más directo posible, una conexión clave entre producto y público.

Ambabilio García 1858

También por la línea ferroviaria de la Via de la Plata, hoy fuera de uso, llegaban pilotos. El ferrocarril era el modo de transportarse a ellos y a sus motos: zamoranos, salmantinos, cacereños… Desde Madrid también empezaron a llegar corredores para participar en el contexto motociclista leonés por excelencia. Y cierto es que en Madrid se concentraban algunos de los mejores de España: los hermanos Cauca, los hermanos del Val, De la Torre… Todos ellos se batieron en armas sobre los adoquines del circuito de La Bañeza. J. R López De La Torre – piloto que consiguió resultados excepcionales a nivel nacional, tanto en velocidad como en pruebas de resistencia y motocross, – fue el más listo en La Bañeza en el confín entre décadas de los 50 y 60. Mandaba su Montesa el día antes en tren en un vagón de mercancías y el distribuidor de la zona se encargaba de tenérsela a punto para cuando él llegaba a correr el día siguiente. Se alzó con la victoria en 1959 y en 1960. Ambos, distribuidor y piloto, ganaban. El deportista los honores, el prestigio y los premios pertinentes; el distribuidor un empujón a las ventas en su negocio y una estupenda experiencia de mecánico de competición.

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Secuencia de la película EL GRAN PREMIO DE LA BAÑEZA: años 50 from Óscar Falagán Quintanilla on Vimeo.

La fama del evento fue creciendo y, paulatinamente, empezaron a llegar pilotos y mecánicos de más provincias, de más regiones, de otros rincones de la geografía española. Algo tenía de especial aquella población del suroeste de la provincia de León. Algo, quizá la hospitalidad, quizá el ingenio, quizá la espontaneidad, quizá la generosidad, quizá el sentido del humor…Fuese cual fuese aquel algo, no tardaron mucho en darse cita en La Bañeza los mejores pilotos del panorama nacional.

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La bañeza tenía y tiene un algo… from Óscar Falagán Quintanilla on Vimeo.

Desde muchas tierras siguen viniendo hoy, no sólo pilotos, también miles de espectadores, que viven una experiencia inolvidable cada año. Llegan a La Bañeza desde muchos puntos. Desde allá donde el mar acaricia las costas levantinas y desde muchosotros lugares más. Hasta donde, por el Noroeste, empieza o termina – según como se mire – la meseta central. Para quienes llegan de Asturias, Cantabria, País Vasco  o Galicia, ahí empieza la meseta, al descender de las cumbres de la Cordillera Cantábrica. Para quienes llegan de latitudes más meridionales, ahí termina, tras kilómetros de tierras de campos y probablemente varias cadenas montañosas dejadas atrás, según cada cual. Hoy las autopistas y los vehículos modernos lo vuelven todo más fácil y práctico. Antaño, los motociclistas eran verdaderos aventureros. De alguna manera, los motociclistas que hoy en día se llegan a correr a La Bañeza, mantienen un algo de aquellos aventureros de hace 40, 50 o 60 años. Allá está La Bañeza. Allá, en la confluencia de tres ríos: el Duerna, el Tuerto y el Órbigo y rodeada de álamos, viñas, campos agrícolas y encinares. «El Gran Premio de La Bañeza» en el siglo XXI se desarrolla durante todo un fin de semana y nó en un sólo día, como sucediá hasta la llegada de las décadas de los años 80 del siglo pasado. En ocasiones es en el fin de semana que precede a la Patrona de la Asunción y San Roque, en ocasiones en el posterior a esas fechas del santoral. Lo mágico es que que aquellas carreras en circuito urbano de hace varias décadas no son historia, sino «historia viva».