Así se vio el documental en Madrid

Se proyectó en la Sala Borau de Cineteca Madrid, el miércoles 27 de noviembre de 2013, el primero de los pases programados para el documental EL GRAN PREMIO DE LA BAÑEZA. La Sala Borau se llenó y, al finalizar la proyección, algunos espectadores se ofrecieron a dar su opinión sobre el trabajo audiovisual que acababan de presenciar… El llenó propició que la semana siguiente hubiese un nuevo pase muy especial.

Fue muy grato encontrarse con caras conocidas. Por supuesto, viejos roqueros de la motocicleta como por ejemplo David Vélez -del club AEMA-, aunque también otros rostros del mundo de la cultura, como el presentador y cómico Rafa Durán o la bailarina y actriz Katrina Adamska. Algún que otro bañezano expatriado en Madrid se mezcló entre las butacas con espectadores de varias nacionalidades, que se acercaron por curiosidad a la proyección de un documental que trata acerca de un evento lleno de singularidad y original idiosincrasia, como es la carrera de motos urbana de La Bañeza. No faltó tampoco algún miembro de la casa Dorna, que se acercó a la proyección casi por defecto de formación («porque las motos siempre tiran, aún en horario fuera de trabajo», nos contaba), ni aficionados al cine documental en general.

José Luis Sangrador mostrando su trofeo ante la atenta mirada del público asistente y de Óscar Falagán.

José Luis Sangrador mostrando su trofeo ante la atenta mirada del público asistente y del director del documental Óscar Falagán.

Previamente a la proyección del documental, se produjo un momento muy emotivo. De entre el público apareció el piloto José Luis Sangrador, que traía en la mochila un trofeo que recibió en La Bañeza en el año 1981, un preciado recuerdo guardado durante más de 30 años con todo el cariño. Sangrador se metió al público asistente en el bolsillo, narrando con emoción como había conseguido hacerse con aquel trofeo a los mandos de una Puch. Puede decirse que de este modo, el documental comenzó antes de que diese comienzo la propia proyección, ya que el espontáneo espectador contó estupendas anécdotas, llenas de autenticidad. Imaginad cual pudo ser la emoción de este piloto mágicamente salido de entre el público, cuando, para su sorpresa, pudo comprobar que el documental, le iba a hacer, entre otros muchos regalos, el de mostrarle imágenes de aquel año 1981.

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